Una luna grande y redonda como una hostia, asomaba desde el cerro como si fuera parte de la escenografía. Comenzó a elevarse por detrás de la cabeza del cardenal Luis Villalba mientras oficiaba la misa principal de Nuestra Señora de Lourdes, y después, compitió con los reflectores para iluminar a los más de 300 actores - devotos que se extendían a lo largo de la ruta para revivir al pueblo de las apariciones de 1858. Ese fue el regalo de la Virgen en estos 20 años de la puesta de “El Mensaje de Lourdes” que se cumplió el sábado. Un récord de peregrinos se unió en oración y en aquella catequesis vivencial durante casi seis horas. Las luces del cielo estrellado y de las velas de la multitud parecían el reflejo de un solo espejo.
Era extraño. Muchos llevaban paraguas, alertados por la experiencia de otros años, y los vendedores se quedaron con sus capas de plástico intactas. Eso sí, había llovido a la mañana... El agua es característica de Lourdes y también de San Pedro de Colalao, tan parecida en su geografia a aquel pueblo francés que los padres lourdista cuando llegaron a Tucumán decidieron instalar allí su casa de descanso. Ellos alentaron la devoción.
En el escenario, mientras Bernardita Soubirous, la adolescente que conversa con la Virgen, corre a la gruta a su encuentro, entre el público otras Bernardita actualizan el mensaje de Lourdes. Mimí es una de ellas. Su nombre es Liliana Noemí Gutiérrez. Nacida y criada en San Pedro de Colalao. Trabaja de niñera y quiere ser peluquera porque es a lo único que siente que puede aspirar. Tenía 10 años cuando se acercó, curiosa, a ver cómo levantaban la gruta en la cima del cerro. Por aquellos días el padre Marcelo Artiguebielle, ya fallecido, lourdista que dio el impulso inicial al Grupo de Lourdes, todavía andaba recorriendo la villa para sembrar la devoción.
“Cuando tenía unos 14 años mi mamá me llevó a actuar en la obra. Hacíamos de pueblo. Yo crecí con ese mensaje en mi corazón”, dice la ahora coordinadora fundadora del grupo de jóvenes de San Pedro de Colalao. “Nos reunimos los primeros sábados de cada mes, todo el año, junto al grupo de Lourdes para recordar las apariciones y rezar”. Pero Mimí tiene una relación muy estrecha con la Virgen. “Mi sobrina había nacido con labio leporino y el paladar abierto. Le recé tanto a la Virgen que en poco tiempo la chiquita, que se llama Lourdes, en honor de la Virgen, se recuperó perfectamente. Ni siquiera la podían operar porque era demasiado pequeña. Pero la Señora logró que pudieran intervenirla y se curó muy rápido. El segundo milagro fue más sorprendente todavía. Mi primo se había caído del caballo y se golpeó muy feo. Creían que estaba muerto. Cuando me avisaron del accidente yo la invoqué inmediatamente a la Virgen. Gracias a ella en poco tiempo mi primo salió de la terapia intensiva y no le quedó ninguna secuela”, relata con los ojos llenos de lágrimas. “Yo le prometí a la Virgen que voy a servirla por el resto de mi vida”, dice mirando a los ojos. Mimí es muy tímida. “Yo quería dar a conocer mi testimonio pero no me atreví a hablar por micrófono. Yo soy del campo, soy medio bruta, ¿sabe? Entonces le pedía a la señora Silvia de Pérez que diera mi testimonio. Total ..., la Virgen ya sabe mi historia, Ella conoce toda mi historia”.
Mimí tiene un sueño más grande que el de ser peluquera, que ha callado hasta ahora. “Quisiera ser profesora de religión”. Pero cree que no va a poder cumplirlo. “Tendría que estudiar a la ciudad y no me gusta. Hay mucho ruido se vive rápido ahí”. Pero hay otra cosa: Mimí no puede vivir alejada de la gruta de San Pedro donde va a rezar todos los días.